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    Hierro 3 (2004), de Kim Ki-Duk


     http://www.cinemacoreano.it/ferro3/immagini/gallerie/ferro310.jpg
    (Bin-jip, 2004, 95 min., Corea del Sur)
    DIRECTOR  Ki-Duk Kim (AKA Kiduck Kim)
    GUIÓN  Ki-Duk Kim (AKA Kiduck Kim)
    MÚSICA Slvian
    FOTOGRAFÍA  Jang Seung-beck
    REPARTO  Seung-yeon Lee, Hee Jae, Kwon Hyuk-ho, Joo Jin-mo, Choi Jeong-ho, Lee Joo-suk, Lee Mi-sook, Moon Sung-hyuk
    PRODUCTORA  Kim Ki-duk Film
    2004: Venecia: León de Plata (Mejor Director)
    Valoración: 10

    Escribo sobre Hierro 3 cinco años después de haberla visto, y sin haberla revisado. Hago esa salvedad. Estoy revisando anotaciones viejas y encuentro algunas cosas de lo que entonces me produjo. Hay una cita del Diccionario de símbolos de Chevalier y Gheerbrant: “El silencio y el mutismo tienen significaciones harto distintas. El silencio es un preludio de apertura a la revelación, el mutismo es el cierre a la revelación, sea por rechazo a recibirla y trasmitirla, o sea como castigo por haberla enredado con el alboroto de gestos y pasiones. El silencio abre un pasaje, el mutismo lo corta. Según las tradiciones hubo un silencio antes de la creación; habrá un silencio al fin de los tiempos. El silencio envuelve los grandes acontecimientos, el mutismo lo esconde; el uno da a las cosas grandeza y majestad, el otro las desprecia y las degrada. El uno marca un progreso, el otro una regresión. El silencio, dicen las reglas monásticas, e una gran ceremonia. Dios llega al alma que hace reinar en ella el silencio, pero deja muda a la que se disipa en charlas”. Hace unos meses, alguien me preguntó si la había visto y de qué se trataba. Contesté que me había gustado mucho pero que no recordaba nada, salvo que los personajes no hablan. Después me quedé haciendo memoria y rescaté algunas cosas más: los objetos, la tecnología, el pibe que andaba en la moto y entraba en las casas deshabitadas para dormir, su desaparición, su espectralidad, la chica que quiere cambiar de amor y lo encuentra, lo busca, lo sigue, y todo eso al ritmo de Kim Ki Duk.
    Tae-suk, un indigente, lleva una vida espectral. Ocupa temporalmente viviendas cuyos habitantes sabe que están ausentes. Nunca roba ni ocasiona daños en los hogares de sus involuntarios anfitriones. En realidad, es una especie de fantasma que duerme en camas ajenas, come algo de las neveras de esos extraños y retribuye su forzada hospitalidad haciendo la colada o arreglando alguna que otra avería doméstica. Sun-hwa, que en tiempos fue una hermosa modelo, se ha visto convertida en una sombra viviente por un marido que la maltrata, encerrándola en una casa ostentosa. El destino cruza los caminos de Tae-suk y Sun-hwa, aunque sus existencias están abocadas a no dejar huella en el mundo. Se conocen cuando Tae-suk entre en casa de Sun-hwa, y enseguida saben que son almas gemelas. Como si estuvieran unidos por vínculos invisibles, descubren que no pueden separarse y aceptan en silencio su nuevo y extraño destino.