• opiniones y comentarios de cine clásico y contemporáneo

    Historias mínimas (2002), de Carlos Sorín


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    (Historias mínimas,  2002, 94 min., Argentina) 
    DIRECTOR  Carlos Sorin
    GUIÓN  Pablo Solarz
    MÚSICA  Nicolás Sorín
    FOTOGRAFÍA  Hugo Colace
    REPARTO  Javier Lombardo, Antonio Benedictis, Javiera Bravo, Laura Vagnoni, Mariela Díaz, Julia Solomonoff, Anibal Maldonado, Magín César García, María Rosa Cianferoni, Carlos Monteros
    PRODUCTORA  Wanda Visión
    PREMIOS  2002: San Sebastián: Premio Especial del Jurado
    GÉNERO  Comedia
    Valoración: 10

    Cada una de las tres historias mínimas que componen la destacable cinta de Sorín, la del viejo que va a buscar su perro, la del tipo que le lleva una torta al hijo (o hija, no sabe bien) de una viuda y la de de una mujer humilde que va a competir a un canal de televisión por una multiprocesadora aunque no tenga energía eléctrica en su casa, tienen en común un viaje desde Fitz Roy a San Julián, por las rutas sureñas, y me resulta notable que sin mayores argumentos ni actores renombrados hayan podido lograr esos resultados. El relato, el ritmo, el interés no decae nunca. Cito una sinopsis más extensa:
    A miles de kilómetros al sur de Buenos Aires, tres personajes viajan por las solitarias rutas de la patagonia austral. Don Justo, 80 años, dueño retirado de un bar de carretera que ahora regenta su hijo, se ha escapado de la tutela de éste para buscar a su perro que ha desparecido hace un tiempo y al que alguien dice haber visto en San Julian. Hace el viaje haciendo auto-stop confiando que los camioneros, a quienes conoce desde hace tantos años, lo irán acercando. A medida que avanza al encuentro con su perro, don Justo va dando datos que nos hacen sospechar que algo raro sucedió. Finalmente descubrimos, que mas allá de encontrar al perro, lo importante para él es cerrar ciertos capítulos aún pendientes en su vida y poder enfrentar en paz a la muerte, cuando esta llegue.
    Roberto, 40 años, viajante de comercio, hace el mismo viaje en su viejo coche, llevando un incómodo cargamento: una tarta de crema encargada especialmente para el cumpleaños del hijo de una mujer joven, viuda reciente de uno de sus clientes en la zona. El plan de Roberto, siguiendo técnicas que aprendió en los libros de venta que él suele leer, es llegar de imprevisto a la casa de la viuda, presentarse con la inesperada tarta de cumpleaños, impresionarla favorablemente, y asegurarse un éxito rotundo cuando le confiese sus intenciones de formar con ella una pareja estable.
    Ese mismo día y por la misma ruta viaja María Flores, 25 años, con su pequeña hija. Lo hace en trasporte público. Es una mujer muy humilde, que se ha enterado que ha resultado ganadora en el sorteo de un programa de TV, cuyo premio mayor es un robot de cocina. Aunque no sabe bien de qué se trata y vive de prestado sin tener dinero ni para comer, María decide emprender el viaje hacia el lejano y fascisnante mundo de la televisión. Cada uno viaja por su cuenta pero como sucede en las desérticas rutas patagónicas, sus historias y sus ilusiones se entrecruzan en los escasos paradores.
    Destaco un párrafo de Carlos Sorín cuando habla del tema del viaje, hablando de sus películas en general:
    Siempre hay un viaje, o porque está en la trama misma de la película o porque tengo que viajar hacia el lugar de rodaje. Siempre me apasionó el viaje como experiencia. Por tierra, y a veces sin destino muy definido. Es más, cuando escribo una película de viaje, la escribo viajando. Llevo la laptop, voy viajando en la ruta vacía, con el ronroneo del motor diésel. Es algo así como un estado de sopor. Eso va produciendo una especie de letargo en el que las ideas van viniendo y yo las grabo. A la noche paro en algún lugar y escribo todo. Ahí ya tengo una impronta de la realidad, de los lugares, de las cosas concretas. Pueden ser lugares que ya conozco, pero de cualquier manera uno los está viendo con una mirada nueva en función del relato. Hago todo el recorrido de la película mientras escribo el guión o cierta instancia del guión y después vuelvo a Buenos Aires. De cualquier manera siempre los guiones son también hojas de ruta. (Fuente: Página 12)