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    La jungla del asfalto (1950), de John Huston


    The Asphalt Jungle, 1950, 112 min., Estados Unidos
    ★★★★
    Director: John Huston
    Guión: Ben Maddow & John Huston (Novela: W.R. Burnett)
    Música: Miklós Rózsa
    Fotografía: Harold Rosson (B&W)
    Reparto: Sterling Hayden, Louis Calhern, Sam Jaffe, Jean Hagen, James Whitmore, John McIntire, Marc Lawrence, Marilyn Monroe, Barry Kelley, Anthony Caruso, Brad Dexter, Dorothy Tree
    Productora: MGM
    Género: Cine negro. Thriller | Crimen. Robos & Atracos
    La Jungla de Asfalto. No hay mejor título que defina en cuatro palabras un lugar colmado de violencia y corrupción. Un lugar donde el más grande devora al débil. Ese lugar es el mundo que habitan los personajes de Huston. El mundo del policial negro. Sin embargo esta nota no se encargará de hacer una extensa crítica del film y del género en si. El texto tiene como propósito centrar su total atención en una escena en particular. Una escena, en la cual el protagonista logre destacarse y mostrar brevemente ese entorno oscuro en el que habita. La escena transcurre en la casa de Emmerich (Louis Calhern). Junto a él se encuentra Bob Brannom (Brad Dexter), su matón personal. Ambos reciben al “doctor’’ Riedenschneider y a Dix Handley (Sam Jaffe y Sterling Hayden) que acaban de cometer el asalto a una joyería. A pesar que los personajes de Jaffe y Hayden no sospechan que sus anfitriones piensan engañarlos y quedarse con el botín, el segundo observa todo y a todos. Se encuentra siempre alerta a su entorno con una mirada incisiva. Una de las tantas características propias de los personajes del policial negro. Mientras se habla de la transacción, Dix mantiene sus oídos atentos a la conversación pero a la vez no aparta su vista ni un solo segundo de la figura de Bob que se encuentra sentado al fondo de la sala totalmente rígido, con una expresión austera, junto a un velador que le permite tener la mitad de su cuerpo prácticamente a oscuras. El público sabe, debido a una escena anterior, que Bob tiene un revólver guardado en su saco y que, como un ave de rapiña, aguarda en las penumbras el momento de abalanzarse sobre su presa. Lo mismo está esperando el personaje de Hayden pero al contrario que Bob, se encuentra en una parte iluminada de la habitación y de cara a sus enemigos. Con solo estar parado allí logra demostrar que no le teme a nadie y que cuando se debe matar a alguien debe hacerse mirando a su oponente a los ojos. Al llegar el momento en el cual el “doctor’’ se da cuenta de que quieren embaucarlo, Bob pide a Emmerich que se haga a un lado para poder a puntar a sus contrincantes. Ordena que pongan las manos en alto y que se arroje el maletín que contiene las joyas. El espectador sabe muy bien que es solo cuestión de segundos para que el “héroe’’ entre en acción desplegando toda su habilidad e ingenio contra su enemigo. Aguarda mientras los personajes emiten unas líneas de diálogo. Al finalizar dichas líneas, quien esté observando el film puede prepararse para saltar de su asiento. Al igual que el espectador, el lector de esta nota debe estar ansiando el momento en el que se describe esta situación del film. O tal vez ya haya dejado de leer y se marchó rápidamente a conseguir esta obra de Huston. Si eso es lo que hizo, ha hecho bien. A continuación no se pasará a describir la hazaña que realiza el valiente e ingenioso personaje de Hayden. Si se hiciera, seguramente no contendría esa breve pero exaltante emoción que produce la acción en si. El núcleo central de esa escena se perdería entre las palabras. Solo se puede decir que como en tantos films posteriores hay un “triángulo de fuego’’ y un travelling que deja momentáneamente fuera de campo el resultado de la acción. Nos deja apreciar lo rápido y letal que puede ser el protagonista. Una escena breve, una acción breve. Breve pero que al igual que el título del film logra sintetizar el mundo criminal, gris y lleno de ambición que es el policial negro.