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    Solo contra todos (1998), de Gaspar Noé


    http://www.cinemotions.net/data/films/0134/78/2/Seul_contre_tous_1998_2.jpg
    Seul contre tous (1998, 88 min., Francia)
      |  DIRECTOR  Gaspar Noé
      |  GUIÓN  Gaspar Noé
      |  FOTOGRAFÍA  Dominique Colin
      |  REPARTO  Philippe Nahon, Blandine Lenoir, Frankie Pain, Martine Audrain, Jean-François Rauger
      |  PRODUCTORA     Les Cinémas de la Zone / Canal + / Love Streams Productions
    Valoración: 8

    Hace unos años, después de haber visto la hoy convertida en referencia Irreversible, me interesé por la filmografía del director argentino radicado en Francia desde hace varios años, Gaspar Noé. Solo contra todos me resultó una antecesora muy leal, con la misma violencia ambulante, el mismo enfoque hacia la marginalidad, la desesperación y el recorrido laberíntico (en este caso, “al derecho”) guiado por la desesperación. También aparecen escenas memorables de acciones violentas: hay una patada a una mujer embarazada que me dejó con los pelos de punta. La historia transcurre en Francia, en 1980. Un carnicero llamado Philippe Nahon vive con su hija luego de ser abandonado por su mujer. Cuando llega el momento en que la niña empieza a menstruar, corre hasta la carnicería de su padre que, al ver la sangre, cree que su hija fue violada. El carnicero se enfurece y sale del lugar en busca del culpable, aunque acabe agrediendo a un inocente. La niña es internada y él encerrado en prisión.
    El carnicero habla poco pero nunca deja de pensar. O más exactamente, de darse manija. Es esa voz interior monocorde y torturante la que puntúa su descenso al compás de conclusiones lapidarias, deshauciantes. El protagonista no ve la luz al final del túnel, sólo el túnel. En un momento puede oírsele: "las relaciones humanas son un comercio infame" (petit comerce). Es inquietante. Ninguno de nosotros suscribiría esa frase y, al mismo tiempo, la voz en off del carnicero está tan poderosamente anclada en las circunstancias que lo oprimen que su conclusión parece completamente lógica. Estamos hablando de un hombre de cincuenta años, en plena posesión de sus facultades físicas, pero mentalmente frágil (por lo menos). Y cada vez más degradado por la búsqueda de una posición laboral. Un hombre que pide prestado a sus amigos, o ex amigos... gente casi tan desposeída como él. No hay más que ver a este hombre contando moneditas (treinta francos, veinte, diez...) o estimando las últimas equivalencias de su vida (puede asistirse al momento en que sólo le queda resto... para un sandwich) para sentir en carne propia esa espantosa cuenta regresiva. Este momento es el mejor del film. Un instante silenciosa y serenamente desesperante, que merece el mote de bressoniano. Muchas otras frases e ideas descabelladas, resentidas y hasta "fascistas" cocinará la conciencia del carnicero loco, como ya empezaron a nombrarlo algunos periodistas. Pero este hombre no es Jean-Marie Le Pen (líder del xenófobo Frente Nacional y referente de la Derecha francesa) sino una víctima. Un proletario en el sentido más absoluto del término: despojado de todo, incluida la humanidad. Y por supuesto, la moral. [Fuente: Guillermo Ravaschino, Cineismo]